
Una de mis experiencias ante un intento suicida
Que me preocupa el tema del suicidio, eso es un hecho. Y no sé cuál será la razón, o si otros colegas míos se han visto en situaciones parecidas. Yo ya me he encontrado en varias ocasiones disuadiendo a personas de que no se quitasen la vida en ese mismo momento. Y, como curiosidad, sólo en un caso era paciente mío.
Pero hay situaciones rocambolescas donde dudas de si estás viviendo una escena de película o la realidad, y la que vivimos mi paciente (llamémosle Pepito) y yo hace poco más de un mes es una de ellas.
Me escribió Pepito por WhatsApp muy preocupado porque estaba simultáneamente al teléfono con una chica (llamémosla Juanita). Le había llamado de forma aleatoria diciéndole que había consumido pastillas. No quería ayuda, ella solo quería compañía telefónica.
Él, por sus experiencias personales y familiares, es un tema que le remueve, por lo que creía que debía hacer algo, aun a sabiendas que podría ser una broma por parte de Juanita. Pero él intuía que no, quizás el tono con el que hablaba, o la velocidad de su voz le hizo creer en ella. Así me lo trasmitió él, y yo le creí, por supuesto.
Consejos para ayudarla
Me pidió consejos para ayudarla. Teniendo en cuenta que no sabíamos nada de ella ni dónde estaba, me sentí un poco abrumada de tomar las decisiones adecuadas.
Le dejé dos tareas fundamentales: que la mantuviese en la conversación para que no perdiese el conocimiento y que intentase extraer la máxima información posible para poder llegar hasta ella.
Mientras tanto, llamé al 112. He de decir que creí que me colgaría ipso facto al explicarle el caso.
La chica que me atendió solo me hizo una pregunta: “¿Confías en tu paciente?”.
Le respondí: “Ciegamente. Nos puede estar tomando el pelo Juanita, pero no Pepito”.
Me creyó e inició el protocolo que correspondía (creo que sin saber muy bien cómo hacerlo, porque recordemos que no sabíamos nada de ella). Me pidió datos personales y credenciales como psicóloga.
Entre tanto, Pepito se iba ganando a Juanita y consiguió su ubicación. Estaba dispuesto a ir en coche a socorrerla, independientemente de que estuviesen a cientos de kilómetros de distancia.
(Yo no tenía duda de que conseguiría datos, solo hay que pasar un ratito con él para saber el potencial que tiene).
Ese dato, la ubicación, fue como oro para los Servicios de Urgencias, pasando el protocolo a la Policía Local y Guardia Civil de la localidad.

Volví a pasar por el mismo cuestionario con la policía, me comentaron que, cuanto menos, era una situación extraña. Yo volví a repetir que confiaba plenamente en mi paciente.
Mientras, Pepito seguía consiguiendo información de ella: cómo era su casa, el color de la puerta, su nombre…
Lo consiguieron. Llegó la Policía a tiempo. Efectivamente, había tomado medicamentos. Traslado al hospital, lavado de estómago y atención en psiquiatría.
No sé nada de Juanita, si está bien o si está mal; ese día se la pudo ayudar, pero no sé si lo volverá a intentar y no correrá la misma suerte.
Fue una llamada de auxilio en todo su esplendor. La gente no quiere morir, nadie quiere morir. Sólo quieren huir del sufrimiento por el que están atravesando.
Una llamada aleatoria de una persona que encuentras por Instagram para que te haga compañía sin saber que, por sus experiencias, iba a hacer todo lo posible por ayudarla es lo que salvó a Juanita.
Esta vez queda como una historia digna de contar, en muchas otras ocasiones, no. Estoy convencida de que la visibilización que está llevándose a cabo por las redes sociales empieza a surtir efecto entre la población.
Hagamos caso a cualquier llamada de atención, por favor.
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El intento de suicidio entre adolescentes crece tras la pandemia
Hace unos días os compartía por Redes Sociales un artículo que publicaba XL Semanal sobre el suicidio en adolescentes tras la pandemia. Según datos de la Fundación ANAR, con el confinamiento, los intentos e ideación de suicidio en adolescentes se incrementaron un 9%. Una triste realidad por la que están pasando muchas personas en nuestro país, que la COVID-19 ha agravado. Ha creado las condiciones de “tormenta perfecta” e incrementado el riesgo de conductas suicidas.
Según los últimos datos publicados por el INE (últimos disponibles hasta ahora) en 2020 en España se ha incrementado la muerte por suicidio un 7,4%. El total de fallecidos asciende a 3.941, es decir 11 cada día, de los que un 74% son hombres (2.938) y un 26% mujeres (1.011).
Además, las tentativas suicidas se han doblado en algunos casos, como el de los adolescentes. Es por ello que, en algunos hospitales, como los madrileños 12 de Octubre y Niño Jesús, han tenido que incrementar el número de camas destinadas a este tipo de pacientes.

Primeros signos
Los primeros episodios depresivos pueden surgir a los 8 ó 9 años, pero a raíz de la pandemia se ha añadido el riesgo de suicidio. Esta conducta se está dando en menores de 12 años con unas características comunes: son niños muy inestables emocionalmente.
Durante el tiempo que estuvimos en casa, sufrimos una reducción del contacto social y varias limitaciones. Y, a pesar de que ya hemos vuelto a la normalidad, hay personas que han desarrollado cuadros de estrés y sienten ansiedad tras lo vivido.
Estudios recientes señalan un incremento del 25% de la depresión y la ansiedad a nivel mundial. Las enfermedades mentales, especialmente la depresión, están detrás del 90% de los casos de suicidio. Ante esta coyuntura, se deberían revisar y activar los planes de prevención del suicidio. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha vuelto a recomendar que todos los países desarrollen planes multisectoriales, integrando acciones efectivas.

Ayuda
Para ayudar a todas estas personas que están pasando por una situación tan dramática, lo primero sería detectar el problema. Lo siguiente, ponerse en manos de un profesional.
Precisamente, para ayudar a estas personas, a sus familiares y allegados, el pasado mes de mayo, el Ministerio de Sanidad puso en marcha el teléfono 024 de ayuda contra el suicidio. Desde entonces, hasta julio, ha recibido 25.000 llamadas, de las cuales 433 eran suicidios en curso. Además, se realizaron 1.000 derivaciones al 112 por la gravedad de los casos, tal y como informaba la ministra, Carolina Darias, quien reconocía que la COVID-19 ha “exacerbado” los problemas mentales porque ha golpeado en las relaciones sociales, impidiéndolas.
Entre las personas que más piden ayuda a través de este número de teléfono se encuentran las mujeres y gente joven. Aunque, según la ministra, se ha detectado que hay un gran número de llamadas del profesorado que demanda información y pide pautas para saber interpretar cuándo un adolescente está en una situación delicada.
Por ello, ha anunciado que se comenzará a trabajar en la elaboración de códigos para detectar conductas de riesgo.
Quiero recordar que el 024 es una línea gratuita, accesible, inmediata y confidencial que está disponible las 24 horas del día, los 7 días de la semana, los 365 días del año. Al teléfono pueden llamar, tanto personas con conductas suicidas, como sus familiares y allegados, que son atendidos por expertos que intervendrán en el caso de ser necesario, en situaciones complejas de alto riesgo.
Además, el teléfono incluye un servicio de videointerpretación en lengua de signos, así como un servicio de interpretación telefónica que permite la comunicación con personas que hablan en otro idioma en tiempo real.
No dudes en utilizarlo si lo necesitas.
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