Síndrome del Nido Vacío ¿Qué es y cómo superarlo?
En muchas familias, cuando los hijos se van de casa a estudiar o por motivos de trabajo, los padres experimentan un conjunto de emociones y sentimientos que en psicología llamamos el Síndrome del Nido Vacío.
Se trata de una respuesta emocional que tienen los progenitores ante la ausencia de sus hijos en el hogar.
De acuerdo a las características de la personalidad que posea cada persona, este síndrome se puede experimentar de una forma u otra. Lo más común es que los padres experimenten un sentimiento de tristeza, anhelo, pérdida y dolor al ver a sus hijos “volar”, al ver que han crecido y que ya no les necesitan.
En realidad, el Síndrome del Nido Vacío no deja de ser un duelo. Y como todo duelo tiene sus etapas que son: negación, ira, negociación, depresión y, finalmente, aceptación.
Su duración dependerá de ese proceso de duelo. Así, cuando más se aferren al pasado, al recuerdo del hijo que ha crecido y ha hecho su vida, más se tardará en superarlo.
Hay quienes lo sufren unas semanas, a otras les dura algunos meses y habrá quienes estén incluso años con este sentimiento. Una manera de ayudarse a uno mismo es abandonar la comodidad de los recuerdos vividos y centrarse en el presente.
¿Cómo superarlo?
Hay pequeñas cosas que se pueden hacer en el día a día para que así, quienes sufren este síndrome, lo lleven lo mejor posible. A continuación enumero algunas de ellas:
- Prepararse para la llegada de ese momento, tarde o temprano llegará el día en el que los hijos sean independientes.
- Alegrarse por ello, por haber logrado esa independencia.
- Reconocer la pena: es normal echarles de menos cuando se marchan.
- No perder el contacto a través de visitas, llamadas, mensajes. Aunque el hijo se vaya de casa el vínculo afectivo no debería perderse.
- Aprovechar para vivir nuevas experiencias, hacer cosas que antes, con el cuidado de la familia, no podías hacer por falta de tiempo.
- Impulsar la relación de pareja o buscar una nueva.
- Fomentar las amistades que se hayan podido quedar deterioradas por centrarse en el cuidado de los hijos.
Y en caso no ser capaz de llevar a cabo estas recomendaciones y de que ese sentimiento de tristeza se prolongue demasiado en el tiempo, no hay que dudar en pedir ayuda a un profesional para aprender a gestionar ese sentimiento, tratar aquellas cuestiones que te hacen sentirte mal y así poder vivir con mayor tranquilidad y equilibrio emocional.
Learn MoreA los abuelos se los puede llorar, tengan la edad que tengan
Sí, es una frase simple. Todo el mundo dará por hecho que llorar por la pérdida de un abuelo es un acto que se puede hacer libremente, sin recibir algún comentario negativo, pero hay ocasiones en las que no es así. Lo digo por experiencia.
Hace poco tiempo he despedido a mi yaya, a sus 95 años. Por supuesto que he recibido pésames y muestras de condolencia. Pero, en muchas ocasiones, acompañadas de frases tales como “era ley de vida”, “ya era muy mayor”, “era esperable a su edad”…
Sí, sí, ya lo sabemos. Las personas que pierden a sus abuelos entienden que forma parte de la vida, que estamos aquí temporalmente y, aunque no lo deseamos nunca, debía llegar ese momento. Pero eso no resta el sufrimiento que experimentamos por la pérdida.
El rol de los abuelos
Hoy en día, los abuelos son una parte muy importante de la estructura familiar. Tanto que, en muchas ocasiones, ejercen de segundos padres con sus nietos.
Pero los abuelos también son fuente de sabiduría y experiencia, de cariño, de amor y de estabilidad emocional. Son un pilar fundamental en el desarrollo como persona de sus nietos. Quienes hemos tenido la suerte de vivir tantos años junto a ellos bien lo sabemos.
Gracias a los abuelos aprendemos otra forma de ver la vida, a valorar las cosas y a saber que ellos no tuvieron una vida tan fácil como la que tenemos nosotros ahora.
Cuatro décadas junto a ella
En mi caso personal, he vivido cuatro décadas junto a ella. He tenido la suerte de disfrutar distintas etapas de la vida que, a priori, ella ya podría habernos faltado. Situaciones donde ha sido un auténtico privilegio tenerla a mi lado, como mi boda o los bautizos y comuniones de mis hijos.
Me ha visto llorar y reír, sufrir y ser feliz de adulta, y sé que es una suerte, pero toca la dura tarea de aprender a vivir sin ella. Hitos familiares o momentos para el recuerdo donde ella no estará y se la echará de menos.
Se ha ido en un momento de mi vida donde la familia suele ser la base que rige nuestros días, donde la familia es lo más importante, y ella era el núcleo neurálgico de mi familia.
Me quedo un poquito huérfana, así es como me siento, por lo que he llegado a una gran, pero simple reflexión: “a los abuelos se los llora cuando se marchan, tengan la edad que tengan”.
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