¿Qué son las ganancias secundarias en psicología?
¿Has oído hablar de ganancias secundarias en psicología?
Es uno de los motivos por el que muchos procesos terapéuticos no avanzan o incluso provocan que los pacientes abandonen la terapia.
Las ganancias secundarias son actitudes de las personas que resultan dañinas, desagradables o perjudiciales para ellas mismas. Sin embargo, se aferran a ellas porque les generan un “beneficio”.
Dicho beneficio puede ser de protección, atención, apoyo, comodidad… y debido a lo que eso genera, la persona que lo “sufre” no quiere dejar atrás el problema y evita así mejorar.
Los psicólogos lo vemos en consulta de forma habitual y en ocasiones, cuando lo hablamos con nuestros pacientes, resulta un tema delicado. Y es que, cuando preguntamos qué cosas positivas les aporta el trastorno que les ha traído a terapia, la respuesta habitual es que no hay nada positivo en ello.
De hecho, no son conscientes, en la mayoría de los casos, de que se están aferrando a un problema por lo “positivo” que sacan de él.
Sin embargo, ahondando en el tema, vemos que detrás de muchos de esos problemas psicológicos, están esas ganancias secundarias. Éstas generan una resistencia al cambio y hacen que el problema no se solucione y se prolongue en el tiempo.
Ventajas de las ganancias secundarias
Algunas de las ventajas que extraen los pacientes de las ganancias secundarias pueden ser:
Atención, protección o cuidados de personas importantes para el paciente, al que le puede ocasionar miedo que, una vez superado su problema psicológico, dejen de prestarle la atención que necesita.
Evitar responsabilidades. Ocurre cuando el problema que tiene un paciente le permite eludir una responsabilidad.
Alimentar el rol victimista. Se da en personas que no son capaces de expresar directamente sus necesidades o de pedir algo que desean. A través de sus problemas psicológicos obtienen atención, compasión o la ayuda que necesitan y no se atreven a requerir.
Evitar la culpabilidad o las críticas por pedir favores a los demás, respaldándose en el malestar que están experimentando.
Dejar de tener la necesidad de atender a los demás. Ocurre en personas que desempeñan el papel de “cuidador”, que siempre están pendiente de los demás. En este caso, al tener un problema psicológico se dan el permiso de mirar por ellos mismos.
Autocastigarse: se da en pacientes que han alimentado la culpabilidad y tienen el sentimiento de no merecer que les pase cosas buenas como estar bien, ser feliz, tener salud…
Castigar a otra persona: ocurre en relaciones complicadas donde una persona puede llegar a sentir que “el hecho de que ahora tengas que cuidarme es algo que me debes”.
Con todos estos ejemplos podemos ver que las ganancias secundarias complican la solución de los problemas psicológicos. Por ello, se hace necesario, en la mayoría de los casos, la ayuda de un profesional que ayude al enfermo a detectar lo que inconscientemente le impide evolucionar y solucionar dichos problemas.
Si crees que podrías encontrarte en una situación así o sabes de alguien que pueda estar atravesando por ello, no dudes en solicitarnos ayuda. Estaremos encantados de poder ayudarte.
Learn MoreAdicciones y salud mental
Ansiedad, depresión e incluso esquizofrenia. Éstos son algunos de los trastornos que sufren las personas adictas a sustancias como el alcohol, las drogas, o a comportamientos como el juego.
La adicción es una enfermedad crónica y compleja que afecta al funcionamiento de nuestro cerebro y al comportamiento de una persona. Se caracteriza por la búsqueda compulsiva y el consumo de una sustancia o la realización de una actividad, a pesar de las consecuencias negativas que pueda acarrear.
Además, la persona que sufre o padece este tipo de adicciones no es el único perjudicado. Sus conductas suelen afectar también, y mucho, a su entorno familiar y social. Y son éstos, su entorno, quienes en muchas ocasiones tienen que animar a la persona que lo padece a acudir a consulta con un psicólogo para su tratamiento.
¿Cómo afectan psicológicamente las adicciones?
Las adicciones a sustancias como el alcohol y las drogas alteran la química cerebral y afectan negativamente el equilibrio emocional. En este caso, puede desencadenar en depresión o en ansiedad. Y para su recuperación, además de abstinencia, es necesario aprender a gestionar las emociones con la ayuda de un profesional.
Otra de las adicciones que está aumentando es la adicción a la tecnología, a videojuegos, al móvil. En este caso, quien lo sufre puede padecer ansiedad social, nerviosismo o dificultad para concentrarse.
El proceso de desintoxicación puede ser un desafío. Sin embargo, es un paso necesario en el camino hacia la recuperación. En este proceso no se trata solo de desintoxicar el cuerpo, sino también la mente.
El apoyo en la salud mental durante la desintoxicación es fundamental para garantizar la recuperación. Este apoyo puede incluir terapia cognitivo-conductual, recibir apoyo psicológico e incluso la participación activa en grupos de apoyo también ayuda en la recuperación.
La terapia individual ayuda a la persona a identificar y abordar los factores emocionales y psicológicos que contribuyeron a la adicción, así como a desarrollar habilidades de afrontamiento saludables.
Por su parte, la terapia grupal proporciona un espacio de apoyo y comprensión mutua, donde los individuos pueden compartir sus experiencias y aprender unos de otros.
La prevención, fundamental
Antes de finalizar este artículo diré que si hay algo fundamental en la gestión de las adiciones es la PREVENCIÓN.
Educar desde edades tempranas sobre los riesgos y las consecuencias que tienen los comportamientos adictivos es clave para reducir la incidencia de estos problemas en la sociedad.
Learn MoreSignos de alerta ante posibles trastornos mentales
La ansiedad y la depresión son dos de los problemas de salud mental más comunes.
Y a pesar de que su impacto puede llegar a ser muy negativo, no es fácil percibirlo en una persona que lo sufre, e incluso quien lo está padeciendo no termina de ser consciente hasta que el problema se agrava.
Por ello, quiero abordar las señales a las que hay que prestar atención para detectar este tipo de problemas en la salud de nuestros familiares o amigos.
Indicios de ansiedad
Cada persona convive con la ansiedad de una manera distinta y aunque algunas consiguen “dominarla” inicialmente, debemos saber reconocer los síntomas físicos y psíquicos que se manifiestan para poder poner solución antes de que se agrave
Algunos de los síntomas más comunes son:
- Molestias estomacales.
- Sensación de ahogo.
- Opresión y dolor en pecho y espalda.
- Taquicardias.
- Boca seca y pastosa.
- Sudoración.
- Tensión muscular.
- Hormigueo en el cuerpo y cara.
- Mareos.
- Preocupación excesiva.
- Pensamiento irracional.
- Estar en permanente anticipación.
- Tener pensamientos catastróficos.
- Alteraciones en el sueño o la alimentación.
- Falta de control en las reacciones o evitar las relaciones sociales.
Indicios de depresión
La depresión puede afectar a cualquier persona y en cualquier momento, pero se manifiesta de diferentes formas en función de la edad. Los síntomas más habituales que suelen experimentar las personas la padecen están relacionados con alteraciones de su estado de ánimo, de la motivación, psicofisiológicas y de sus funciones cognitivas.
Entre ellos encontramos:
- Tristeza y fácil irritabilidad.
- Bajo estado de ánimo.
- Pérdida de interés por las aficiones.
- Dificultad para concentrarse o tomar decisiones.
- Aplazamiento de las obligaciones.
- Insomnio o somnolencia con frecuencia.
- Sensación de culpabilidad.
- Cansancio.
- Cambios psicomotores, como sobreexcitación o enlentecimiento, que indica un empeoramiento de la depresión.
- Pensamientos de muerte o de suicidio.
Estos son solo un par de ejemplos de trastornos mentales de los muchos que existen, y algunos de los síntomas que puede detectar tanto la persona que lo padezca como quien esté a su alrededor. De este modo, podrá dar la voz de alarma para que un especialista pueda ayudar acabar con el problema.
Learn MoreSomos Mediadores en Gestión de Conflictos Familiares
En Psicología Mavi apostamos por evolucionar en nuestra formación para no quedarnos estancados en la ayuda que podamos prestar. Por eso, damos un paso más y ya podemos ejercer como Mediadores en Gestión de Conflictos, gracias a los estudios habilitantes necesarios y obligatorios que hemos realizado.
Esto nos permite registrarnos como mediadores tanto a nivel del Ministerio de Justicia, como de las Comunidades Autónomas y poder desempeñar este nuevo trabajo, progresando en nuestra carrera profesional, con el fin de seguir ayudando a quienes nos necesitan.
Y como mediaciones hay muchas, hemos decidido centrarnos en la Mediación en la Gestión de Conflictos Familiares. Eso implica ayudar a resolver problemas relacionados con separaciones o divorcios, el uso de la vivienda, el reparto de bienes y deudas, herencias, custodia o manutención de hijos.
¿Qué es un Mediador y cuál es su trabajo?
Un Mediador es un profesional que facilita el diálogo entre las personas. En nuestro caso, desde Psicología Mavi trabajaremos con familias y/o parejas, que tienen un conflicto.
Nuestra figura será neutra e imparcial y nos encargaremos de ayudar a resolver ese conflicto de la mejor manera posible para las partes implicadas.
Es importante saber que el Mediador no juzga, no busca culpables e inocentes y tampoco puede decidir quién lleva razón o no.
Para ello, explicaremos y ayudaremos a comprender el origen de las diferencias familiares que han surgido y profundizaremos en las causas de lo ocurrido. En este caso, es necesario confrontar sus visiones y vivencias y así poder encontrar soluciones viables, sin tener que llegar a la instancia judicial.
Nuestro objetivo como Mediadores será conseguir acuerdos duraderos, igualitarios y sin problemas para el futuro de las personas, especialmente menores, implicados en el conflicto.
¿Qué funciones de tiene un Mediador?
El Mediador nunca llega a tomar una decisión para resolver el conflicto familiar. Deberán ser las partes implicadas las que, con su ayuda, resuelvan sus problemas.
Sin embargo, el Mediador jugará un papel fundamental gracias a las funciones que desempeña y que son las siguientes:
- Ayuda a las partes implicadas a identificar los temas conflictivos sobre los que se basará la mediación y determina las áreas de acuerdo preexistentes.
- Promueve conductas cooperativas y facilita la búsqueda de acuerdos.
- Establece una serie de normas de interacción para que las partes puedan confrontar sus diferencias desde el respeto mutuo y la empatía.
- Contribuye a eliminar los bloqueos en el proceso y los malentendidos para facilitar la comunicación. Así, en caso de que el diálogo se aleje del objetivo, el Mediador se encarga de encauzar el diálogo, animando a las partes a buscar soluciones.
- Se encarga de que cada una de las partes implicadas muestre su punto de vista sin ataques y sin que se generen nuevos problemas, tratando de mantener una actitud positiva.
- Genera un clima de confianza que anima a las partes enfrentadas a sugerir alternativas que lleven hacia la solución del problema.
- Facilita la toma de decisiones, aportando realismo a la situación y ayudando a los implicados a elegir una solución viable a su conflicto.
Atiquifobia o miedo al fracaso
Es algo más común de lo que nos pensamos y la mayoría de las personas lo han sufrido en algún momento de su vida. Hablamos de atiquifobia, que no es más (ni menos) que el miedo a fracasar.
Suele ser habitual querer tener éxito y no fracasar. En este caso, el miedo puede ser positivo ya que nos ayuda a superarnos y a prevenir consecuencias negativas. Sin embargo, cuando este sentimiento se vuelve irracional y extremo, puede impedirnos llevar a cabo nuestros objetivos por el miedo a que no salga como esperamos.
Es entonces cuando se convierte en un problema. Dejamos de hacer cosas que solíamos hacer o evitamos exponernos a situaciones nuevas simplemente por el hecho de fracasar.
Orígenes de esta fobia
El origen de la atiquifobia puede venir a través de diferentes factores.
Hay quienes lo sufren motivado por traumas vividos en el pasado, en el que el fracaso ha estado muy presente.
También lo sufren personas con baja autoestima, que tienen una imagen negativa de sí mismas y que hace que piensen que no pueden o no se ven capaces de hacer determinadas cosas. Esto les lleva a evitar situaciones por miedo a fracasar.
Entre las personas perfeccionistas también suele ser común esta fobia, ya que su autoexigencia les lleva a tener pensamientos catastrofistas.
Del mismo modo, aquellos que tienen o han tenido padres exigentes y autoritarios han aprendido a ganarse su afecto a través de los buenos resultados y no pueden permitirse fallar. La autoexigencia empieza a ser una forma de vida y comienzan a tener miedo de fracasar por no complacer a sus padres. En este caso, los niños se ven obligados a tener éxito y por eso se muestran inseguros.
Quienes prefieren pasar desapercibidos, el éxito se convierte en un miedo horrible. Para estas personas, ser exitosas implica tener que salir de su zona de confort y realizar muchos cambios. Es por eso que evitarán implicarse en cualquier situación que pueda conllevar éxitos y lo acusarán al miedo al fracaso, aunque el miedo real es al propio éxito.
Por último, la sociedad actual tampoco favorece a quienes sufren esta fobia, ya que se fomenta la perfección y la autoexigencia en todo momento, y especialmente a través de las redes sociales. Por eso, hoy en día el miedo al fracaso es más común de lo que nos pensamos y afecta a muchas personas.
Cómo evitar el miedo al fracaso
Aunque pueda parecer complicado, para evitar el miedo al fracaso hemos de interiorizar una serie de aspectos:
- Hay que pensar que el hecho de que las cosas no salgan como esperamos no convierte a nadie en un fracasado y equivocarse una vez no significa que siempre nos vayamos a equivocar.
- Podríamos decir que el fracaso en sí no existe, existen las experiencias que pueden salir bien o de las que puedes extraer una lección. Lo importante es intentarlo y no quedarse con las ganas por miedo.
- El hecho de que haya ido mal en otras ocasiones no significa que vaya a volver a pasar lo mismo.
- No hay que anticiparse a las situaciones, hasta que no hacemos algo no sabremos sus consecuencias.
- Debemos evitar compararnos con los demás, ser conscientes de nuestras capacidades y ponernos metas que podamos cumplir.
Y en caso de que la situación se vaya de las manos, no dudar en pedir ayuda a un psicólogo que nos ayude a superarlo. Durante el proceso psicoterapéutico se puede descubrir el verdadero origen de la fobia para superarla.
¡Y no dejes pasar las oportunidades por miedo a fracasar!
Learn More“Abandonada”
Sé que debemos mantener una distancia emocional con los pacientes, nosotros debemos acompañarles en ese problema pero ese problema no pertenece a nuestra vida.
Aun así, para mí, es lo más duro de mi trabajo, porque el vínculo que creo con ellos es especial.
Contaré lo que le ha pasado a mi paciente, llamémosla Pepita (nombre ficticio), por supuesto con su autorización, a pesar de que no daré ningún dato sobre ella.
Seré breve, pero concisa: le han dado el alta en psiquiatría. A priori, no es mala noticia, ¿no? Pues todo depende del contexto que lo rodeé.
En su caso, y entre otras cosas, está pasando por uno de sus peores momentos vitales con la familia viviendo lejos, su red social deteriorada, con intentos suicidas previos o despedida hace poco de malas formas…
Le pregunté que cuál era el motivo que daban desde psiquiatría para darle el alta, y, según ella, le dijeron “que si empeoraba, ella misma podía aumentar X su medicación, eso sí, que la asistencia psicológica conmigo no la dejase”.
Le pregunté que cómo se sentía y usó una palabra que me impactó: “abandonada”.
No soy psiquiatra, y creo en el poder de la terapia sin medicación en muchas ocasiones, pero, a veces, es necesaria y no se puede abandonar a un paciente en uno de sus peores momentos vitales.
Si la ven cada 2 o 3 meses durante unos minutos, ¿no habría sido mejor mantenerla un par de visitas más para ver cómo evoluciona su vida?
Al fin y al cabo, tampoco ocupa tanto tiempo en esa larga lista de psiquiatría, ¿no?
Learn MoreTrastornos psicológicos más comunes en la adolescencia
La adolescencia es una época llena de cambios, de adaptación, de asumir nuevas responsabilidades, nuevos retos. Y todo ello puede generar mucha incertidumbre, malestar e incluso derivar en alteraciones mentales o trastornos psicológicos.
Si tenemos hijos o familiares cercanos que están pasando por esta etapa es importante prestar atención a su conducta, a cómo se encuentran, cómo se sienten, cómo se comportan. Así, ante el menor atisbo de problema y para evitar que vaya a más, pedir ayuda a un profesional.
Y es que resulta fundamental que las necesidades de los adolescentes estén atendidas a su debido tiempo para que se les preste la atención psicológica y psiquiátrica correspondientes. Muchas veces, los padres y madres no saben cómo prevenir, cómo detectar y cómo tratar trastornos relacionados con la salud mental en los adolescentes.
Asegurarse de que tengan un buen estado de salud mental es fundamental para cualquier madre o padre. Por ello, vamos hablar de los problemas psicológicos más comunes en esta etapa de la vida.
Principales trastornos
Ansiedad generalizada. La persona que lo sufre siente malestar o angustia ante situaciones en las que realmente no hay ningún peligro. Aun así, quien lo padece lo percibe como tal. Entre los síntomas fisiológicos que genera figuran temblores, taquicardia o insomnio. Los síntomas cognitivos generan pensamientos catastróficos, creencia de que hay peligros…
En muchos casos, este tipo de trastorno puede estar vinculado con el hecho de ir al colegio o instituto, realizar exámenes, hacer presentaciones en público, e incluso sufrir acoso escolar.
Fobia social. El hecho de relacionarse con gente nueva, abrirse a un nuevo círculo de amigos e incluso interactuar con otras personas puede suponer un problema en muchos adolescentes. En la mayoría de los casos, quien sufre este trastorno suelen tener baja autoestima y pueden haber sufrido algún tipo de trauma que lleva a crear barreras con el resto de la sociedad.
Trastorno de la conducta. Se caracteriza porque quienes lo sufren suelen tener una conducta agresiva y tienden a saltarse las normas.
Trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH). Este trastorno suele diagnosticarse durante la infancia, pero hay ocasiones en las que los síntomas permanecen hasta la adolescencia. Aquéllos que lo sufren tienen dificultades para llevar un rendimiento adecuado en el colegio. También puede conducir a aumentar las probabilidades de desarrollar adicciones. Este trastorno también está asociado a la impulsividad y la agitación psicofisiológica.
Trastornos de la conducta alimentaria. Aunque puede surgir en cualquier momento, este tipo de trastornos está asociado especialmente a la etapa de la adolescencia. Es en ese momento cuando los adolescentes sienten la necesidad de ser aceptados por los demás y cuando la preocupación por la imagen física se intensifica. Si ésta no encaja en los “cánones establecidos” puede desembocar en problemas de anorexia, bulimia, vigorexia…
Todo esto, y contado a grandes rasgos, nos puede dar una idea de los posibles trastornos a los que se pueden enfrentar los adolescentes para detectarlos a tiempo y poder pedir ayuda a un profesional de la psicología lo antes posible.
Learn More6 razones para acudir a terapia
Ir a terapia es mucho más que sentarse en un sillón y contar tus problemas a un profesional.
Ir a terapia es mucho más que hablar con un desconocido y desahogarse.
Dejarte ayudar por un psicólogo te aportará beneficios que quizás no sabías.
A continuación, me gustaría darte algunos motivos por los que ir a terapia puede ser la mejor de las opciones, a pesar de que dar el paso y solicitar la ayuda de un profesional, no siempre resulta tarea fácil. Es más, en la mayoría de los casos, cuando se acude al psicólogo suele ser cuando el paciente se encuentra realmente mal y ya no ve solución a sus problemas si no es con ayuda.
Y es que de la misma manera que acudimos al dentista cuando nos duele una muela o vamos al médico cuando estamos acatarrados, deberíamos acudir al psicólogo cuando tenemos un sufrimiento, un malestar que nos impide llevar una vida normal, que nos limita.
Ahora sí, paso a indicar una serie de razones que nos dan la señal de aviso de que necesitamos ponernos en las manos de un psicólogo. Esto ocurre cuando:
.- Nos enfrentamos a un cambio vital en nuestra vida, ya sea de ciudad, de trabajo, un divorcio, una maternidad o paternidad… En estos casos, acudir a terapia nos ayudará a afrontar ese cambio. También a saber cómo manejar nuestra vida a partir de ese momento, con estrategias que nos ayuden a su vez a controlar los elementos estresantes.
.- Hemos sufrido una pérdida, para que el duelo que se deriva de ella no se convierta en algo patológico. Y es que los problemas emocionales si no se tratan a tiempo pueden prolongarse y hacerse más profundos.
.- Necesitamos superar miedos o temores que nos impiden hacer y tener una vida normal, que limitan nuestras acciones y decisiones.
.- Hemos perdido la motivación por algo que antes nos hacía sentir bien, como por ejemplo, salir o estar con gente. Esto es un problema muy común, que se ha agravado especialmente a raíz de la pandemia.
.- Necesitamos aprender a gestionar nuestra conducta, nuestras emociones o nuestros pensamientos para que éstos dejen de generarnos malestar o sentimientos dañinos y negativos.
.- Necesitamos contar nuestros problemas, desahogarnos o sentirnos escuchados sin juicios de valor de por medio. Un psicólogo te escuchará pero no te juzgará, te observará pero no te examinará. También tratará de conocer tu mundo, lo que te rodea y porqué te pasa lo que te pasa, pero nunca opinará sobre tus acciones.
Estas son solo algunas razones por las que deberíamos asistir a un psicólogo, pero puede haber muchas más.
En definitiva, eres tu mismo el que debe valorar cual es su situación y tomar la mejor decisión.
Learn More¿Sabemos qué es el suicidio?
¿Y si decimos que muchas de las personas que llevan a cabo un acto relacionado con el suicidio, realmente no quieren morir, sino, solamente, liberarse del sufrimiento por el que están pasando? ¿Y si dijéramos que en el tiempo que dura una llamada para pedir una pizza se suicidan varias personas en el mundo? Difícil de creer, ¿verdad?
¿Estamos seguros de que comprendemos qué es el suicidio exactamente? Porque debemos tener en cuenta que el lenguaje utilizado coloquialmente es muy ambiguo y lleva a equívocos… Incluso, la falta de acuerdo en la clasificación de los conceptos que rodea el suicidio es uno de los motivos que provoca la falta de investigación y su prevención. Además, de sobra es sabido que es un tema tabú en la sociedad a nivel mundial, entre otras cosas por el miedo al “efecto llamada” (de hecho, hay países donde no hay ningún registro de suicidios).
Con tantas incongruencias rodeando este tema, nos hacemos la siguiente pregunta: ¿“Ojos que no ven, corazón que no siente”? Porque, según nuestro refranero, las personas no sufren por lo que no saben…
Por tanto, ¿nuestro objetivo? Explicar la fina línea que separa un concepto del otro, porque no es lo mismo hablar de conducta suicida, intento suicida, ideación suicida, o todos los vocablos existentes que enumeraremos a continuación.
El suicidio, o lo que es lo mismo, suicidio consumado o suicidio ejecutado, es la acción que realiza una persona con pleno conocimiento y de manera intencionada para provocarse la muerte (recordemos que es un acto que se le considera evitable). Representa un tema tabú en la sociedad, no solo en España, sino a nivel mundial, a pesar de ser la primera causa de muerte no natural en nuestro país; de hecho, llega a duplicar a los fallecidos por accidente de tráfico o supone 69 veces más muertes que la violencia de género.
El suicidio es un tema complicado que debería ser abordado de forma multidisciplinar porque nos enfrentamos, no a un trastorno o enfermedad mental, sino a un fenómeno complejo que puede sufrir cualquier persona y en cualquier momento. Sí, han leído bien, en cualquier momento, el problema es que se presupone que el proceso tiene una evolución desde la ideación suicida hasta la ejecución, lo estudiamos como un proceso continuo que va avanzando desde los primeros pensamientos; pero no todos los suicidios pasan por todas las etapas, y nos encontramos con algunos en los que la ideación previa no existe, como es el caso de los suicidios impulsivos, donde el comportamiento suicida se desarrolla rápidamente y con poca premeditación.
Si esto es así, y existen estudios que demuestran que el camino recorrido de estas dos conductas es distinto y que se podrían prevenir por un adecuado seguimiento de los intentos fallidos, podríamos adelantar que debería haber dos tipos de campañas de prevención distintas: una para el suicidio como proceso continuo y otra para el suicidio impulsivo.
Normalmente, en los suicidios nos encontramos con alteraciones incapacitantes o enfermedades mentales graves que llevan a la persona a cometerlo. Pero, a veces, simplemente una persona hace balance de cómo es su vida en aspectos varios como lo económico, social, familiar, etc., y llega a la conclusión de que su vida carece de valor, no quiere luchar más, siente un hastío generalizado y no quiere vivir, es lo que conocemos como suicidio por balance.
La conducta suicida, también conocida como comportamiento suicida o suicidalidad, es cualquier acción que rodea el suicidio. Engloba diferentes comportamientos que incluyen las etapas de las que se presupone que está formado el suicidio: pensamientos, ideaciones, amenazas, gestos e intentos; aunque, como ya hemos explicado antes, no en todos los suicidios tiene por qué haber todas las etapas.
Los pensamientos suicidas e ideaciones suicidas es una de las etapas del suicidio caracterizada por los deseos autodestructivos de un individuo. Pensamiento e ideación se consideran lo mismo, con la diferencia de que los primeros son cogniciones fugaces y breves; y las segundas son cogniciones más elaboradas de que la vida no vale la pena vivirla, incluyendo imágenes destructivas y de forma duradera para acabar con su vida dado su sufrimiento.
Hay dos vertientes: la ideación pasiva (es un deseo de morir, de no luchar para seguir con vida, pero sin un plan para de acción) y la ideación activa (es un deseo de morir y, además, tener un plan de acción). Sin duda, debemos incluir dentro de este marco las amenazas suicidas, consideradas como un tipo de ideación, pero que solo lo expresa ante su entorno cercano y sin un claro plan al respecto. O el parasuicidio que es una conducta que, a priori, parece buscar la muerte, pero realmente es una llamada de atención o una manipulación a su entorno cercano.
Los intentos suicidas, suicidio frustrado o intentos fallidos de suicidio son las conductas que no han conseguido causar la muerte por un error en la técnica a la hora de ejecutarla, o porque han sido sorprendidos por otra persona (intento de suicidio interrumpido), o porque después de tener toda la acción preparada e iniciada la conducta, se detiene antes de sufrir ningún daño (intento de suicidio abortado), pero todas estas conductas sí tenían una clara intención mortal.
Todos los indicios de suicidio hay que tenerlos en cuenta. Todos. No se debe restar importancia a un acto suicida, o llegar a pensar que la persona quiere llamar la atención; si ha habido un intento es porque necesitan expresar que no están bien, que debemos hacernos conscientes del problema y que necesitan nuestra ayuda. Como dato curioso (o aterrador, según se mire) es que, por cada persona que consigue efectuar el suicido, existen otras 20 personas que lo han intentado, pero no lo han conseguido.
No podemos terminar este artículo sin explicar que la conducta autolítica no está dentro del marco suicida porque la persona no tiene ninguna intención de morir, sino que se ha autoinfligido una herida corporal leve o moderada más dirigida hacia una liberación de emociones desagradables, es más un intento de controlar el dolor emocional a través del dolor físico.
En este punto recojo un extracto del artículo “Las Múltiples caras del suicidio en la clínica psicológica” de Enrique Echaburúa, de la Facultad de Psicología de la Universidad del País Vasco, que destaca que “los equivalentes suicidas se refieren a conductas habituales en las que una persona se expone voluntariamente de forma regular a situaciones de riesgo o peligro extremo que escapan a su control, como la conducción temeraria de vehículos o la implicación al límite en deportes de riesgo, o se involucra en conductas que deterioran gravemente su salud, recurriendo, por ejemplo, al consumo abusivo de alcohol o drogas”.
Learn MoreLa depresión, enfermedad mental que afecta a 3 millones de españoles
Cada 13 de enero se celebra el Día Mundial de Lucha contra la Depresión y he querido aprovechar que hoy 13 de enero para hablar de este trastorno que afecta a tres millones de españoles. Esto la convierte en la enfermedad mental más relevante en nuestro país.
A nivel mundial afecta a más de 300 millones de personas y está considerada como la primera causa mundial de discapacidad.
Y a pesar de la importancia de esta enfermedad, en España solo hay seis psicólogos clínicos por cada 100.000 habitantes, cifra que es tres veces inferior a la de la Unión Europea. Es por ello que las listas de espera para acceder a atención pública especializada oscilan entre uno y tres meses para la primera consulta. Y no todo el mundo se puede permitir sesiones privadas, aun así, a las consultas privadas llegan tal cantidad de pacientes que no siempre podemos atender.
¿Qué es y cómo afecta tener depresión?
La depresión es una enfermedad o trastorno emocional que afecta a todos los niveles de la vida de la persona que lo sufre. Ésta se ve inmersa en una tristeza continua, se muestra apática para realizar actividades cotidianas y diarias. También sufre cansancio continuo, trata de aislarse, tiene trastornos del sueño y del apetito, falta de concentración y puede llegar a sufrir ansiedad e incluso pensamientos extremos relacionados con la muerte.
La depresión se presenta en distintos grados, y requiere atención médica especializada para su oportuno diagnóstico y tratamiento. Además, si no se trata a tiempo y de forma adecuada puede llegar a convertirse en una enfermedad crónica y grave.
Los psicólogos venimos observando que es una de las enfermedades que más ha aumentado en los últimos años. Tanto que España se ha convertido en el cuarto país europeo con más casos de depresión diagnosticados.
¿Qué causa la depresión?
Existen múltiples causas por las que una persona puede caer en un episodio de depresión. Algunas de ellas:
- La muerte de un ser querido
- Problemas de salud
- Problemas familiares
- Dificultades financieras
- Haber sufrido eventos traumáticos
- Estar sometido a un elevado nivel de estrés
- Pasar por un cambio importante en la vida
Tipos de depresión
Existen diferentes tipos de depresión y todos ellos precisan atención especializada por parte de un profesional. Algunos de los más comunes son:
Trastorno depresivo grave: es considerado como el más severo, ya que se prolonga en el tiempo. Afecta al apetito, al sueño y a la concentración.
Trastorno depresivo persistente o distimia: es un tipo de depresión moderada que genera pérdida de interés en las actividades cotidianas, baja autoestima, inapetencia, falta de energía y de concentración.
Depresión postparto: se diagnostica en las primeras semanas tras el nacimiento del bebé y tiene como síntomas el insomnio, irritabilidad, desapego con el bebé o pérdida de apetito.
¿Por qué se celebra un día como hoy?
Con la proclamación del Día Mundial de Lucha contra la Depresión se pretende sensibilizar, orientar y prevenir a la población a nivel mundial sobre esta enfermedad, cuyas cifras aumentan de manera gradual y desproporcionada en el mundo, más si cabe a raíz de la pandemia del Covid.
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