“Abandonada”
Sé que debemos mantener una distancia emocional con los pacientes, nosotros debemos acompañarles en ese problema pero ese problema no pertenece a nuestra vida.
Aun así, para mí, es lo más duro de mi trabajo, porque el vínculo que creo con ellos es especial.
Contaré lo que le ha pasado a mi paciente, llamémosla Pepita (nombre ficticio), por supuesto con su autorización, a pesar de que no daré ningún dato sobre ella.
Seré breve, pero concisa: le han dado el alta en psiquiatría. A priori, no es mala noticia, ¿no? Pues todo depende del contexto que lo rodeé.
En su caso, y entre otras cosas, está pasando por uno de sus peores momentos vitales con la familia viviendo lejos, su red social deteriorada, con intentos suicidas previos o despedida hace poco de malas formas…
Le pregunté que cuál era el motivo que daban desde psiquiatría para darle el alta, y, según ella, le dijeron “que si empeoraba, ella misma podía aumentar X su medicación, eso sí, que la asistencia psicológica conmigo no la dejase”.
Le pregunté que cómo se sentía y usó una palabra que me impactó: “abandonada”.
No soy psiquiatra, y creo en el poder de la terapia sin medicación en muchas ocasiones, pero, a veces, es necesaria y no se puede abandonar a un paciente en uno de sus peores momentos vitales.
Si la ven cada 2 o 3 meses durante unos minutos, ¿no habría sido mejor mantenerla un par de visitas más para ver cómo evoluciona su vida?
Al fin y al cabo, tampoco ocupa tanto tiempo en esa larga lista de psiquiatría, ¿no?
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